jueves, 24 de octubre de 2013

El sueño que nos propusieron

Sí, yo también me tiento de desprotricar sin pensar al encontrarme acosado de propaganda política, pero en el fondo siempre busco la verdad, sin precipitarme. Es hora de una reflexión previa a las elecciones, un poco tarde, casi al borde de violar la veda.

Al margen de ello: Siempre pensé que eso no es más que una patraña burguesa para que no se debata lo que hay que debatir tan cerca del sufragio, no vaya a ser que se nos caiga el electorado después de una tan onerosa campaña política que nos asegure otros cuatro (o seis) años de dominación. Si tiene que haber veda, que sea de una semana, que nos dejen salir a tomar y discutir (sobre todo lo primero), y que nos den tiempo de asentar en la cabeza la decisión sin panfletos ni discursos emotivos. De todas formas, siempre puse en duda el verdadero poder de la propaganda y de la publicidad, al menos después de cierta edad y de cierto desarrollo intelectual.

De todas las publicidades y de todos los lemas de entre todos los partidos, vi que se recicló esta frase, que titulaba el discurso del ex presidente al asumir: "Vengo a proponerles un sueño". Si lo elegí fue porque sirvió de disparador para la reflexión, como queriendo desenmarañar su dialéctica. Esto no es otro ataque deliberado y ciego al gobierno K, posible producto de la abstinencia sexual…Considero que hay mucho que revisar en esta década de historia, y no me voy a gastar en analizar, por ejemplo, las profecías apocalípticas de Carrió, por nombrar a una entre los perejiles de derecha, uno más impresentable que el otro. Considérelo el lector oficialista como una muestra del vestigio de respeto que me queda por el Kirchnerismo.

Pasados los veinte años, con un poco de cultura y otro poco de calle, y siempre que las horas cátedra de historia no se hayan ido mirando el techo, uno ya tiene un bagaje suficiente para entender los hilos que mueven el poder. No vengo a hablarles de los Illuminatti ni de los alienígenas ancestrales. Hay que señalar cosas más concretas y más al alcance de todos. En el colegio nos enseñan que el pueblo es el soberano. Hay mucho de verdad y mucho de mentira, todo depende de cómo uno haga el ejercicio de soberano, lo cual va más allá de un voto, de la militancia o de los memes que uno postea en redes sociales.

La mentira es que se puede depositar toda la confianza y seguridad de que se cumplan los proyectos a través de la colectividad y la representación política. Pasan los gobiernos y siguen la desigualdad y la violencia. De repente estamos todos a la defensiva y adoptamos una visión “cambalachezca” de la realidad, pero vale aclarar que no es Clarín quien me hizo llegar a esta conclusión. Los lectores del multimedios no son más que una contracara de la misma moneda del poder, y se piensan que con golpear una cacerola se van todos nuestros problemas. Con el solo cuestionamiento del poder, tanto el militante Pro como el militante K que lee esto ya tiene ganas de venir con los muchachos a ajusticiarme. Esto es porque no soporta ver que todas sus energías no hacen más que alimentar a ese monstruo, en lugar de combatirlo. Ignoran que la política está hecha para que todo el poder del pueblo se vuelva una forma de sujetarlo, y que el Estado, lejos de velar por nuestra seguridad y felicidad, está para sujetarnos, para vigilar y castigar.

Ahora, ¿Cuándo esto que es sabido desde hace siglos ya fue olvidado? ¿Acaso nunca nos lo dijeron? ¿Me van a decir que nunca lo sospecharon? Si tuviera que señalar algo o alguien, sería al Kirchnerismo. Aquí es donde empezó este sueño. De una nueva década infame que vació al país, tanto material como espiritualmente, salimos convencidos de que “son todos ladrones”. ¿Qué pasó? Pues simple, estimados. Un señor que venía tironeando desde los años ochenta en los pasillos del poder, presuntamente vinculado al tráfico de cocaína, logró acumular poder por medio de influencias y ser la mano invisible que tira de los hilos. Esa persona y sus secuaces lograron desde la cúpula vendernos al villano y luego al héroe. Se erigió un sistema de corrupción y de violencia, se dividió y posteriormente vendió la patria para su beneficio, y obligaron al mismo pueblo a salir a la calle para acabar con un gobierno porque la situación no daba para más. Años después, tras intentos y fracasos, encontramos a nuestro hombre: Néstor. Alguien simpático y con un pasado luchador que venía a “proponernos un sueño”: el de recuperar la dignidad.

Los más fanáticos acá me están volviendo a querer, y los opositores más obtusos ya me están puteando en su cabeza. La transformación que lograron los primeros años del Kirchnerismo han logrado captar las mentes y los corazones de los más radicales, incluso de quien les escribe. Hoy bromeo con mis allegados diciendo que “soy un K rehabilitado”. Hoy se nos llama “K arrepentidos”, o “desencantados del Kircherismo”, y la prensa oficialista nos mete en la misma bolsa de gatos del gorilaje, como desde hace medio siglo atrás. Yo tuve la mente fuerte para oponerme a lo que se repetía como loro y la preparación académica para ver en las medidas del Kirchnerismo no sólo la voluntad sino la facultad de recuperar lo perdido, mas hoy no se pueden conciliar las contradicciones.

Costó la vida y la desaparición de más de uno para entender que el poder es siempre el mismo. Se fueron Mariano Ferreyra, no vimos más a Julio López, los pueblos originarios pierden derechos, y las mismas familias siguen en el poder. Todas las manifestaciones en el interior que no te cuenta nadie, ni Clarín ni 678. El capitalismo es así, y apesta, ya lo sabemos. Mientras las reglas del juego sean esas, no hay sueño que valga.

¿Y el sueño qué tenía que ver con todo esto? Pues en que hay que despegarse de los sentimientos a la hora de votar. Los jóvenes son un arma de doble filo en esto. Las pasiones no sirven para llevar a un país por un buen rumbo, pues las transformaciones se logran con medidas calculadas, puestas a prueba y tomadas con frialdad. No puede elegirse a alguien producto de un arrebato futbolero, ¿Pues cómo entonces? El juego es así, por eso cada vez la gente vota menos, o se vira más a la izquierda, donde se tiene la base teórica (a saber, la teoría Marxista) ante todo para “combatir al capital”, antes que los bombos, los pibes, las frases de Los Redondos, los abuelitos peronistas, y todo ese material meloso  que nos endulza los oídos.

¿Y cuál es el contra argumento hacia la izquierda? "Es una utopía", o "Nunca los vota nadie", o "Están todos divididos". Finalmente, "Los zurdos quieren matar a todos" y "Son los mismos viejos chotos de siempre". Si es una utopía es porque el poder cuenta con que nunca se realiza. Si no los votan es porque las masas no suelen leer el Manifiesto, pues muchas cosas se caerían de maduro con leer un poco. Si está dividida es porque muchos partidos se han desviado de los ideales del Socialismo. En la izquierda, nadie quiere salir a destruír en sentido literal. Y respecto a la última, pues, la descalificación es lo que queda cuando se ha argumentado apropiadamente. 

¿Querés un país justo? Empezá por vos. Las cadenas están sujetas por el mismo pueblo. No es un simple lazo entre el votante y el candidato. Está el gobierno nacional, que con sus fuerzas de seguridad te controla, y en vez de cuidarte, tiene toda una red criminal para dejarte taradito, para fisurarte y posteriormente usarte, y si no logra fisurarte, incluso, si pensás y hablás demasiado, tiene lista una patota para hacerte callar (No, no digo la ganzada que “vivimos en una dictadura”, lo que digo es que ningún sistema capitalista es ajeno a las mafias para funcionar). Pasadas esas barreras, están los funcionarios públicos, que cobran generosos sueldos y otros “estímulos” para que todo salga como la cúpula desea. Éstos responden a las corporaciones, para que el futuro de todos los inversionistas y peces gordos de la burguesía marchen sobre ruedas, y dejar contentos así a quienes ostentan el orden mundial, y otros que prometí que no mencionaría… ¿En serio pensaste que el Kirchenismo iba a ser ajeno a todo esto? 

Más allá del desencanto por el aparato de poder, ahora es mi turno de hablarte de un sueño. Como te dije, esto del poder del pueblo tiene algo de verdad. Está en cada uno ser el motor de cambio, empezando por uno. Si no te pueden fisurar, si no te pueden corromper, si no te pueden hacer odiar a tu familia y amigos por ser K o anti-K, si no te pueden hacer trabajar hasta la insanidad, si no te pueden robar el corazón, ya no sos aparato del poder. Los mafiosos, los agentes del orden, los funcionarios, son todas personas, almas sensibles, y pueden dejar de ser “un ladrillo más en la pared”. ¿Quién te va a amedrentar cuando tome conciencia de que está con vos encadenado a la misma suerte?

No, no te digo que vayas a tomar el poder por las armas (no por un medio tan indiscreto, ¡che!). Lo que propongo es que dejemos los sueños y lo metafísico fuera de la política, y que recuperemos el valor de la vida de cada uno. La política, como tantos otros relatos, como puede un puesto en una empresa, o la religión (en especial las de occidente), o incluso un cuadro de fútbol o pertenecer al Ejército de Kiss, ponele, son maneras de hacerte sentir contenido y feliz dentro del marco de la masividad. Te pensás que hacés historia perteneciendo y que, de otra manera, hubieses pasado desapercibido, esa ilusión monstruosa te hace pensar que no existís.


Hoy rompemos otra ilusión y nos acercamos más a nosotros mismos, pensando que somos el motor de nuestros propios sueños, y no un partido político. Encontrarás una gigantezca satisfacción al reconocerte únic@ y con el poder en tus manos. Una banda amiga canta orgullosa una frase: “La tierra está en mis manos y la voy a hacer girar” (busquen “Psicodelia del espacio sideral” en el Caralibro, siempre es buen momento para un chivo). No te digo "dejá de soñar, puto", te digo "salí a perseguir tus propios sueños, forro". Con la mente y el corazón en nuestros sueños, cada quien arma su camino. Si lograste entender que lo que busco es enriquecerte espiritualmente y no ser un bolas tristes opositor con ganas de lavarte el bocho a favor de su partidito, me alegro por vos y, ¡Felices elecciones!

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